La “caseta i el hortet” fue una expresión que el President Macià popularizo durante la II República en Cataluña, como cristalización de su ideario político de que todos pudieran disfrutar de una casa y un pequeño terreno en propiedad.
Consecuencia de lo que estamos viviendo, muchos estos meses piensan en esa situación como el mundo idílico en el que es posible combinar una alimentación sana con una vida cerca de la naturaleza, escuchando el canto de los pájaros y que permita tener el espacio para desarrollar las inquietudes que se deseen, sin sentir el agobio de los ladrillos y la ciudad.
Esa imagen idílica según cuentan crónicas inmobiliarias, está haciendo que algunas familias se hayan lanzado a la búsqueda de lugares así.
Sin ánimo de desencantar a nadie, hay que decir que el mundo onírico, implica trabajar el huerto, quitar las hierbas malas que crecen durante el año, cuidar cada día los animales si los tienes y preocuparte de ellos; que muchas veces se cae internet, que la movilidad es diferente a la ciudad y un sinfín de situaciones más dado que el campo ha estado en los últimos años olvidado y eso se nota.
Pero si lo deseas y te lo propones, merece la pena. La vida tiene otros sentidos, otro ritmo, otro vivir.